martes, mayo 11, 2010

Pájaros Rojos


Hay dolores que han perdido
la memoria y no recuerdan
que son dolores.

Tenemos un mundo para cada uno
pero no tenemos un mundo para todos


Esto es un homenaje, uno pequeño y humilde, pero el mejor que podía llevar a cabo. Esto es un homenaje a Graciela.

Sólo hace dos días que la conocí, y sin embargo no he podido dejar de pensar en ella durante mis ratos libres. Fue el pasado domingo, lluvioso y gris, cuando en la reunión T. apareció con sus obras completas de poesía bajo el brazo. Era la hermana de un compañero suyo, profesor de la Universidad. Una hermana secuestrada y asesinada, como muchas otras en la terrible dictadura que sufrió Argentina en los años setenta.

Mentiría si dijera que sus poemas no dejaron mi espíritu invadido por una profunda tristeza. No es que el hecho me pillara por sorpresa: aunque vagamente, conozco lo ocurrido en aquél lugar que los primeros exploradores llamaron Sierra de la Plata. No fue el desconocimiento lo que tiñó mi domingo de melancolía. Fue el poner un nombre, uno sólo, a ese número indecentemente elevado de desaparecidos. Porque parece que no somos capaces de comprender los hechos hasta que el número no se convierte en una persona.

El príncipe azul me convenció para tomar un café por la tarde, con la esperanza de animarme, y así pasó treinta minutos sentado frente a mí, en silencio, permitiéndome pensar. Permanecí con la mirada fija en el té con leche y rodeada del ruido de conversaciones que lanzaban a mis oídos palabras sueltas.

Finalmente, levanté la vista y le confesé mi impotencia. ¿Cómo es posible que no pueda hacer nada, nada, por la memoria de esa muchacha? Me siento en deuda, al fin y al cabo, por tener una vida tan afortunada, cuando otros han corrido una suerte bien distinta. Entonces el príncipe azul me miró, y me dio la respuesta más sabia que podría haber esperado.

- Sí puedes hacer algo. Puedes estudiar. Puedes aprender qué pasó realmente, para contárselo a todo el mundo, y asegurarte de que no olviden jamás que hace menos de treinta años hubo una dictadura en Argentina.

Y tiene razón, toda la del mundo. Porque el olvido es un fiel compañero de la reincidencia, y nada hay más peligroso que la ignorancia. Sólo el conocimiento nos salvará de consentir las mismas atrocidades y tropezar con las mismas piedras. Treinta años no son tantos. El año en que yo nací, terminó la dictadura en Argentina. ¡El año en que yo nací!

Y aquí estoy, escribiendo este homenaje a Graciela, con su obra completa a mi lado en la mesa. Obra que fue encontrada por su familia en su piso destrozado, y posteriormente publicada. Una obra que no ocupa más de 80 páginas. Pero hay que perdonarla: apenas contaba con 20 años cuando fue asesinada.

Queda este post como testigo de su existencia, con la esperanza de que todos aquellos que lo leáis no os olvidéis nunca de Graciela ni de Argentina. Y no permitamos que vuelva a ocurrir nada semejante.

Y como despedida, un regalo: el poema que da nombre al libro, "Pájaros rojos".


Pintaba pájaros rojos
rodeados de fuego
que buscaban cielos azules
los cielos, lejos...

Pintaba pájaros rojos
que se parten en el cielo,
y él se partía con ellos,
que juegan con el tiempo,
y él jugaba con ellos.

Pintaba pájaros rojos
rodeados de fuego
que buscaban cielos azules,
primaveras
y él buscaba con ellos.
Ayer,
el viento se los llevó bailando,
lejos,
ellos no fueron.

Hoy sobre las baldosas
muchos pájaros rojos
buscan cielos azules
rodeados de fuego.

Graciela Pernas Martino

3 comentarios:

Miguel Esteban Rebagliato dijo...

Hola Elia. He encontrado tu blog y, lo confieso, me gusta como escribes y me gustó hablar contigo ayer :)

Estuvo muy bien el concierto de Saurom anoche, aunque estaba que no podía más casi después de la boda, el concierto de Avalanch la noche anterior...

Yo tengo un blog también, pero lo tengo muy abandonado. Lo retomaré.

Un beso

Laura Esponda dijo...

¡Qué bueno! Esa es la idea. Que no hayan podido con ella porque su voz sigue creciendo y porque hoy en Argentina, que festejamos el Bicentenario, soplan vientos nuevos que buscan la patria grande latinoamericana con la que soñaba Graciela y tantos otros que murieron por ella.
Estamos con los españoles en este duro trance que están pasando (de ajustes y cosas harto conocidas por los argentinos) y estamos con el juez Garzón que de ningún modo se merece lo que le están haciendo.
Gracias por difundir a Graciela.
Un fuerte abrazo.

Dalreth dijo...

Como siempre el buen T. da sabios consejos. Sin embargo no olvidemos que aquí en nuestro propio pais y no hace tanto tiempo, la oscuridad se cernía sobre nuestros abuelos, tíos, bisabuelos y conocemos muy poco sobre ello. No permitamos que caigan en el olvido.

Y cambiando de tema... ¡Avalanch! que gran grupo, no sabía que siguieran dando guerra.