El verano siempre me ha parecido una época muy curiosa. Es como un viento pasajero que llega de golpe y se marcha antes de que nos demos cuenta, que nos transforma momentáneamente cuando nos rodea y nos devuelve a la normalidad cuando se va. En verano la gente hace cosas que no haría normalmente.
A algunas personas el verano les vuelve románticos. Los conocidos rolletes de verano se suceden continuamente, especialmente en los lugares cercanos al mar. ¿Qué tendrá la playa? ¿Será la luna llena danzando ente las olas? No sé…
Muchas personas definen la sensación de los romances veraniegos utilizando la palabra “mariposas”. Dicen que la sensación al ver a ese chico (sí, generalmente esta expresión es utilizada por mujeres) es como “si tuvieran mariposas en el estómago”. Un cosquilleo, el famoso “Shashasú” que decían en Sexo en Nueva York.
Como la brisa veraniega, las mariposas se van tarde o temprano. A veces no hay nada más que un recuerdo perfecto de sus alitas rojas como sonrisas o azules como la nostalgia. Pero otras veces no es así.
A veces, sin darnos cuenta, una raíz diminuta crece entre el revuelo de las mariposas. Al principio nadie se da cuenta, obnubilado con el vuelo de colores. Pero poco a poco va creciendo, despacito. Y cuando las mariposas se marchan, un tronco pequeño queda en su lugar. Es débil y hay que cuidarlo, pero vaya, ahí está.
Con el tiempo, el árbol crece. Puede llegar a convertirse en todo un gigante, como esas secuoyas milenarias en las que el final se ve sólo a duras penas. Sus raíces ya son resistentes y tocan cada faceta de nuestra vida. Las ramas llegan a nuestra cabeza, haciéndonos conscientes de que ese árbol existe. De vez en cuando las mariposas se pasean haciéndonos cosquillas, alegrando el paisaje y remoloneando entre sus hojas. Pero cuando se vayan ya no quedará el espacio vacío de siempre. Ahora habrá un árbol resistente, que aguanta tormentas y tempestades, a veces incluso sin inmutarse.
Es importante para resistir que cuando las mariposas se marchen quede un árbol para esperar su regreso. Una vez me regalaron mariposas, y lo pasé muy bien bailando con ellas alrededor. Es delicioso y divertido. Pero ahora tengo la suerte de tener un árbol. Su cuidado es más complicado y a veces desearía talarlo XD , aunque en el fondo agradezco tener algo de vida un poco más prolongada*.
:)
(*) En algunos casos la vida de la mariposa adulta es breve, no durando más que el tiempo necesario, a veces un solo día, para asegurar la reproducción ;)
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12 comentarios:
Hay árboles que tienen flores que atraen mariposas, de los colores más maravillosos que existen. Y año tras año son los árboles más envidiados de todos, exuberantes y frondosos, recios y estables y, de vez en cuando, sorprendentemente jóvenes, coloridos y veraniegos.
Con piel de madera,
G.
Antes de que lleguen los demás comentarios (G. se me ha adelantado ¬¬), voy a comentar mi entrada, no para contestar a nadie, por primera vez. Es sólo para aclarar una cosa:
Isaac, si lees esta entrada (que por cierto, no tienes por qué), quiero que sepas que NO tiene nada que ver contigo. Ni ésta ni ninguna. Eres muy libre de comentarla, pero sabiendo siempre que no me refiero a tí, ni en ésta, ni en las dos entradas anteriores.
Dejando claro que no eres el ombligo del mundo (mucho menos de mi mundo), me despido.
Un saludo.
Al árbol y la mariposa: Con lo bonito que le ha quedado el texto a la chica, no lo estropeeis con comentarios de machotes abofeteándose pq queda un poco cutre.
Elia, te vuelvo a felicitar. Me encanta como escribes, te leo siempre. Suerte con el árbol y la mariposa. Saludos.
Me gusta como escribes, te lo seguiré diciendo.
A ver si te veo
=D
Por cierto, soy Lu.
Gracias a tod@s :)
De las pocas personas que conozco que escriben cosas realmente interesantes (aunq por mi experiencia no este de acuerdo en algunas de ellas XD).
Celebrian creando para la reina ;)
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