
Banda Sonora (opcional): Luis Ramiro - K.O. Boy Escuchar
Parece extraño, pero este post está inspirado por una clase que recibí hace dos semanas sobre Política de Inversión, en una maravillosa asignatura llamada "Gestión de Carteras". ¿Les suena árido, aburrido, complejo? No se preocupen, no están enfermos. Es así.
No obstante, llegados a cierto punto de la clase, nuestro profesor tuvo a bien mostrarnos la pirámide generacional que el INE espera de aquí al año 2050.
Deléitense:
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Esto es, los españolistos tenemos tan pocos hijos que dentro de unos años muy pocos trabajadores mantendrán a muchísimos abuelillos. Y por cierto, nótese que la mayoría de las mujeres sobreviven a sus maridos. Ya lo siento.
Pero lo que me vino a la mente en ese momento piramidal no fueron sesudas reflexiones sobre demografía española, sin no que las personas, a lo largo de las muchas etapas de nuestra vida, pasamos por ese "relevo generacional".
Cuando somos pequeñines la elección de nuestros amigos se basa en un par de cosas fundamentales: con quién te lleva tu madre a jugar al parque y con quién nos sientan en el cole (casi siempre por orden de lista). En cuanto tenemos un poco de uso de razón, se produce el primer relevo generacional, en el que del grupo primigenio escogemos a aquellos amigos que tienen en común con nosotros algo más que la ingestión de plastilina, y a esos se añaden otros desconocidos con los que entablamos amistad.
En la época adolescente se dan dos situaciones: Una, que el relevo se produzca de manera brutal, con una sustitución absoluta que sintoniza con el cambio hormonal sufrido, y que hace que pasemos de un grupo a otro (muchas veces dependiendo de el/la novio/a de turno) hasta que encontramos aquél en el que más a gusto nos encontramos. La otra situación, completamente opuesta, se produce cuando el grupo primigenio afronta y comparte los diferentes cambios que sufrimos en nuestra forma de vestir, sentir, pensar. Esto refuerza los vínculos y generalmente los convierte en eternos.
Al llegar a cierta edad, generalmente la universitaria y post universitaria, es posible que el relevo se produzca con bastante frecuencia. En la mayoría de los casos esta frecuencia es directamente proporcional al número de veces que cambies de pareja. Te hechas una novia, conoces a sus amigos, quedas con ellos de vez en cuando, entablas una relación de cuasi amistad (ya sabéis que opino que los amigos de tu novio/a no son tus amigos) y de repente, la relación se termina y te quedas compuesto, sin novia y sin colegas. Pero no sufras hombre: ya llegará la siguiente novia con los siguientes amigos para hacer el consiguiente relevo generacional.
Y aquí me detengo, en este punto en el que me dio por reflexionar: ¿qué pasa si no queremos que se produzca ese relevo? ¿Qué pasa si, simplemente, nos negamos a sustituir a los miembros de la "antigua vida" por unos nuevos?
Porque estos cambios, al final, acaban siendo pesados, dolorosos y difíciles. La necesidad de seguir adelante con nuestra vida, el deseo de supervivencia, nos obliga a olvidar ciertos momentos y a ciertas personas, lo que deja lagunas y hasta veta ciertos rincones de la mente, donde fijamos un cartel que reza: "Prohibido entrar, peligro de llanto inminente".
Es lógico que estas situaciones se produzcan. Al fin y al cabo lo suyo es que intentemos sufrir lo menos posible. Sin embargo, cuando las circunstancias se repiten una y otra vez, empiezas a sentirte un poco engañado. Vamos, que lo del relevo generacional es un timo. Y además un timo un poco cruel, que en ocasiones se repite con más asiduidad de lo que quisiéramos todos.
Por eso a veces te plantas y dices "Se acabó, aquí me quedo. Paso de sustituir nada. Esto es más frustrante que limpiar los baños de una discoteca: te matas para que quede perfecto y reluciente pero sabes que cinco minutos después todo volverá a estar lleno de meados. Prefiero lo malo conocido, aunque sea un poquito doloroso al pesadísimo proceso de volver a reordenar mi vida amorosa y social".
Si todo dependiera de ti... Pero ay, la vida es dura, y este tablero se comparte con muchos otros jugadores que puede que hayan decidido seguir la partida sin ti.
El relevo generacional tan inevitable como el paso del tiempo, y está unido a él con un lazo tan fuerte que ni siquiera la actitud más testaruda puede romper.
Por suerte, a veces ese relevo nos trae cosas maravillosas. Mientras tanto, habrá que aguantar el temporal. Para eso somos unos supervivientes.