martes, julio 21, 2009
Sexo, mentiras y cintas de vídeo
Banda sonora (opcional): The Strokes - Meet me in the bathroom Escuchar
Sexo
Clave en un relación. De hecho, es básicamente lo que diferencia a un buen amigo, con el que puedes salir a cenar, ir al cine o escaparte un fin de semana, de un novio, que cumple todas esas funciones y además, se acuesta contigo. Así que de hecho podríamos decir que sin sexo, no hay relación.
Si no se "encaja" en ese sentido, la cosa se pone difícil. Aunque no estoy realmente segura de si es una cuestión de conexión o simplemente hay personas que practican el sexo bien, y otras que lo hacen francamente mal. A menudo pienso que cuando un hombre defiende fervientemente la teoría de que no existe gente que lo haga bien y gente que lo haga mal, si no que depende que como encajen las dos partes, es muy posible que lo diga porque sea de los que en la cama es el equivalente a Leticia Sabater en una fiesta heavy: no tiene ni idea de qué hacer y además se le nota. Pero todos los humanos necesitamos justificarnos alguna vez.
Mentiras
Que los hombres disfruten del sexo más que las mujeres, o que siempre tengan ganas y ellas no, me parece la patraña más grande de todos los tiempos, a la altura de la chorrada del Actimel y los L Casei e Inmunitas (¿qué mierda es un "Inmunita"? Esta es sólo mi opinión, pero dada mi pequeña experiencia me atrevo a decir que creo sinceramente que si a una chica, por lo general, no le apetece, es porque no lo disfruta, es decir, él es un patán, o ella, o los dos. Echarle la culpa a nuestra diferencia de género es una forma de quitarse el marrón. De eso nada, chaval, hay que hacer un esfuercito y cumplir.
¿O vais a decirme que cuando a un hombre se le quitan las ganas no nos parece a todos rarísimo y empezamos a preocuparnos? "Debe ser estrés, o que está realmente deprimido. Algo le debe pasar, seguro". Ya claro. Pero si a nosotras no nos apetece, es porque somos mujeres. Pero que morro.
Cintas de vídeo
En vez de ver tanto porno, lleno de situaciones estravagantes en las que NUNCA se verán involucrados, los hombres deberían ver "Sexo en Nueva York". Parecerá una cursilada, pero pueden aprender un par de cosas interesantes. Algunas se lo agradeceríamos mucho.
Y antes de despedirme, una ley universal que se cumple bajo cualquier supuesto sobre el Sexo, las Mentiras y las Cintas de vídeo:
Si el sexo es más y mejor en tu cabeza que con la persona con la que sales, es hora de dejarlo
Sed felices.
martes, marzo 24, 2009
Relevo generacional
Banda Sonora (opcional): Luis Ramiro - K.O. Boy Escuchar
Parece extraño, pero este post está inspirado por una clase que recibí hace dos semanas sobre Política de Inversión, en una maravillosa asignatura llamada "Gestión de Carteras". ¿Les suena árido, aburrido, complejo? No se preocupen, no están enfermos. Es así.
No obstante, llegados a cierto punto de la clase, nuestro profesor tuvo a bien mostrarnos la pirámide generacional que el INE espera de aquí al año 2050.
Deléitense:
(Instrucciones: Dadle al play, luego dos o tres veces al botón de avanzar para pasar las primeras diapositivas y a partir de entonces avanza solo)
Esto es, los españolistos tenemos tan pocos hijos que dentro de unos años muy pocos trabajadores mantendrán a muchísimos abuelillos. Y por cierto, nótese que la mayoría de las mujeres sobreviven a sus maridos. Ya lo siento.
Pero lo que me vino a la mente en ese momento piramidal no fueron sesudas reflexiones sobre demografía española, sin no que las personas, a lo largo de las muchas etapas de nuestra vida, pasamos por ese "relevo generacional".
Cuando somos pequeñines la elección de nuestros amigos se basa en un par de cosas fundamentales: con quién te lleva tu madre a jugar al parque y con quién nos sientan en el cole (casi siempre por orden de lista). En cuanto tenemos un poco de uso de razón, se produce el primer relevo generacional, en el que del grupo primigenio escogemos a aquellos amigos que tienen en común con nosotros algo más que la ingestión de plastilina, y a esos se añaden otros desconocidos con los que entablamos amistad.
En la época adolescente se dan dos situaciones: Una, que el relevo se produzca de manera brutal, con una sustitución absoluta que sintoniza con el cambio hormonal sufrido, y que hace que pasemos de un grupo a otro (muchas veces dependiendo de el/la novio/a de turno) hasta que encontramos aquél en el que más a gusto nos encontramos. La otra situación, completamente opuesta, se produce cuando el grupo primigenio afronta y comparte los diferentes cambios que sufrimos en nuestra forma de vestir, sentir, pensar. Esto refuerza los vínculos y generalmente los convierte en eternos.
Al llegar a cierta edad, generalmente la universitaria y post universitaria, es posible que el relevo se produzca con bastante frecuencia. En la mayoría de los casos esta frecuencia es directamente proporcional al número de veces que cambies de pareja. Te hechas una novia, conoces a sus amigos, quedas con ellos de vez en cuando, entablas una relación de cuasi amistad (ya sabéis que opino que los amigos de tu novio/a no son tus amigos) y de repente, la relación se termina y te quedas compuesto, sin novia y sin colegas. Pero no sufras hombre: ya llegará la siguiente novia con los siguientes amigos para hacer el consiguiente relevo generacional.
Y aquí me detengo, en este punto en el que me dio por reflexionar: ¿qué pasa si no queremos que se produzca ese relevo? ¿Qué pasa si, simplemente, nos negamos a sustituir a los miembros de la "antigua vida" por unos nuevos?
Porque estos cambios, al final, acaban siendo pesados, dolorosos y difíciles. La necesidad de seguir adelante con nuestra vida, el deseo de supervivencia, nos obliga a olvidar ciertos momentos y a ciertas personas, lo que deja lagunas y hasta veta ciertos rincones de la mente, donde fijamos un cartel que reza: "Prohibido entrar, peligro de llanto inminente".
Es lógico que estas situaciones se produzcan. Al fin y al cabo lo suyo es que intentemos sufrir lo menos posible. Sin embargo, cuando las circunstancias se repiten una y otra vez, empiezas a sentirte un poco engañado. Vamos, que lo del relevo generacional es un timo. Y además un timo un poco cruel, que en ocasiones se repite con más asiduidad de lo que quisiéramos todos.
Por eso a veces te plantas y dices "Se acabó, aquí me quedo. Paso de sustituir nada. Esto es más frustrante que limpiar los baños de una discoteca: te matas para que quede perfecto y reluciente pero sabes que cinco minutos después todo volverá a estar lleno de meados. Prefiero lo malo conocido, aunque sea un poquito doloroso al pesadísimo proceso de volver a reordenar mi vida amorosa y social".
Si todo dependiera de ti... Pero ay, la vida es dura, y este tablero se comparte con muchos otros jugadores que puede que hayan decidido seguir la partida sin ti.
El relevo generacional tan inevitable como el paso del tiempo, y está unido a él con un lazo tan fuerte que ni siquiera la actitud más testaruda puede romper.
Por suerte, a veces ese relevo nos trae cosas maravillosas. Mientras tanto, habrá que aguantar el temporal. Para eso somos unos supervivientes.
jueves, marzo 05, 2009
Historia "Almodovariana"
Banda sonora (opcional y optimista): Pete and the pirates - Knots Escuchar
Así la definió Samantha, su protagonista. Aunque yo preferiría llamarla "Defender la alegría", pero al fin y al cabo, como la historia es suya, tiene derecho a elegir el título de la misma.
Era un mediodía de un lunes-martes-miércoles-jueves. La verdad, el día es irrelevante, y cuando trabajas, salvo el viernes, todos parecen el mismo. Hallábase Samantha esperando el autobús para ir a buscar a su madre y acompañarla al aeropuerto. Aparece por fin en el horizonte el susodicho, Samantha se sube, se acomoda en el asiento y se deja llevar entre el mar de corbatas y tacones en coches deportivos ridículamente pequeños o todoterrenos ridículamente grandes.
En esto, el autobús se detiene en una parada donde nadie espera, nadie baja y nadie sube. El autobús avanza medio metro para situarse junto al semáforo en rojo, preparado para salir disparado en cuanto cambie el disco. Entonces aparece en escena una señora mayor, que tímidamente da un golpecito en el cristal de la puerta. El conductor no se inmuta. La viejecita vuelve a intentarlo. El conductor en sus trece, ni pestañea (modo estatua: ON). La mujer se da por vencida y vuelve a la parada, donde se sienta a esperar.
Samantha, que ha presenciado la escena, y que lleva puestas sus gafas de "La vie en rose", toda optimismo y amabilidad, piensa:
"Eso es que el conductor no la ha visto...". Y ni corta ni perezosa, abandona su cómodo asiento y llega hasta el conductor.
- Disculpe - dice ella - Creo que no ha visto que había una señora en la puerta.
- Sí la he visto - responde tajante el conductor - ¿Y?
- Pues hombre - contesta Samantha sorprendida - Que podría haberle abierto la puerta.
- Es que si no estoy en al parada no tengo por qué abrir - dice con el desprecio del típico malvado de opereta cutre.
Samantha gira la cabeza. La mitad del autobús aún está en la parada. Así se lo comenta a su amargado interlocutor.
- Es que si ya he abierto las puertas una vez, no tengo por qué volver a abrirlas - y en esto levanta más la voz, resultando ya grosero - ¡Además, que a mí nadie me hace favores en el trabajo y yo no tengo por qué hacerlos!
Y con esto, zanjado queda el tema. Vuelve Samantha a su asiento perpleja, y en el autobús ya se oyen murmullos de otros viajeros que (ya sean cotillas o comprometidos), han sido testigos de toda la historia.
Cuando llega su momento, Samantha presiona el botón de parada y se apresura a situarse junto a la puerta (no vaya a enfadarse el Sr. Conductor). Fue en ese momento cuando el murmullo de protestas y del "hay qué ver, qué gente" se hizo perfectamente audible, e incluso un par de testigos ofrecieron a Samantha su apoyo y su número de teléfono para que presentara una queja en nombre de todos a nuestra amada EMT.
Baja mi amiga, recoge a su madre y ambas suben a un taxi. "Al aeropuerto, por favor", y comienza a contarle a su madre la increíble historia vivida en el autobús. En esto el taxista, que no es sordo, le pregunta:
- Disculpe que la moleste. ¿Está hablando usted de un "compañero"? (con "compañero" se refiere a otro taxista, por si no estáis familiarizados con la jerga)
- No, es un conductor de autobús. ¡Pero hay que ver, qué poca vergüenza!
- ¡Tienes usted mucha razón señorita! - responde el taxista - Si es que no se puede ir así por la vida. Mire, coja una hoja del montón que tengo ahí detrás, y llévesela para repartírsela a todo el mundo, como estoy haciendo yo.
Samantha coge una hoja del montón de copias, y encuentra escrito lo siguiente:
"LA SONRISA"
Una sonrisa no cuesta nada y significa mucho.
Enriquece a los que la reciben sin empobrecer a los que la dan.
Dura un instante, pero su recuerdo es eterno.
Nadie es tan rico como para poder vivir sin ella,
ni tan pobre como para no poder regalarla.
Gracias a ella se crea un clima amable y hogareño.
Es el signo sensible de la amistad.
Una sonrisa relaja al que está nervioso
y da coraje al descorazonado.
En resumen, ¡SONRIE!"
Normal que nuestra amiga volviera por la tarde a la oficina como si se hubiera colado en una película surrealista, o una de Almodóvar, como ella misma señaló, impresionada de cómo somos los seres humanos, unos tanto y otros tan poco.
Después de escucharla me pareció tan curiosa que solicité su permiso para colgarla en el blog. Y mientras me pasaba el poema de la sonrisa, le dije:
- Esta historia refuerza mi teoría.
- ¿Qué teoría?
- Que cuando la gente no folla, se les acaba notando.
(Y cuando es alegre y feliz, también)
domingo, febrero 15, 2009
Un 14 como otro cualquiera...
Banda sonora (opcional): The Coral - Dreaming of you Escuchar
Relación de gastos:
- Entradas para el teatro = 40 euros
- Chocolatinas para tomar en el descanso de la obra = 4,7 euros
- Los nervios, la ansiedad, la impotencia, el sentirme estúpida y por último, perderme la obra, no tienen precio.
Hay cosas que, efectivamente, el dinero no puede comprar.
P.D. Disfrutad de la canción, que es buenísima. Ah, y los planes que se frustraron no eran para celebrar San Valentín, eran para celebrar que he acabado el segundo examen del master... Por si había dudas.
lunes, febrero 09, 2009
El maquillaje lleva a la ira, la ira al lado oscuro.
Banda sonora (opcional): Nancy Sinatra - These boots are made for walking Escuchar
Hoy voy a hacer una confesión brutal que implica descubrir la verdad sobre aproximadamente un 90% de las mujeres. Sé que será duro saberlo, pero creo que en el fondo nos beneficia que los hombres lo sepan... espero.
Hombres del mundo: las mujeres no somos perfectas.
Me refiero a perfectas de nacimiento. Me explico: nuestra piel no es muchísimo más suave que la vuestra por obra de la naturaleza. Usamos crema para ese propósito. Nuestros dientes no son relucientes porque sí. Nos los lavamos mucho, muchísimo. Cuando una chica tiene una cita, y acude a ella perfecta, no es porque la perfección esté implícita en su forma de vida. Es porque se lo curra.
Vayamos por partes. Una cita para una chica empieza el día anterior. Ese día comprueba que está perfectamente depilada, y si no, ya tiene algo que apuntar en su agenda para el día siguiente. Esa noche, intenta en vano dormirse a una hora decente para no tener cara de muerta al día siguiente. Y digo en vano, porque si sus muchas obligaciones le permiten acostarse temprano, seguramente dará vueltas en la cama pensando dónde irán, cómo será y qué se va a poner.
Tema muy importante, por cierto, y odisea que comienza a la mañana siguiente. La eterna pregunta: ¿Qué me pongo? Y otra mucho peor: ¿Alguien sabe como se viste una guapa pero sin que parezca premeditado? Es que ni el oráculo de Delfos sería capaz de dar una respuesta acertada.
Además, el vestuario se divide en dos partes indisociables pero que requieren el mismo esfuerzo mental: lo que se ve y lo que no se ve (es decir, la ropa interior). Mi madre siempre me dice que una mujer nunca se siente insegura si ella cree que va adecuadamente vestida, y estar segura de lo que se hace cuando se ha quedado con un chico es muy importante (sí, ahí está todo el juego que da la ropa interior escogida)
Si se sobrevive al trance de la elección del vestuario, llegamos al proceso que en las fábricas se conoce como "chapa y pintura". Esto es, la ducha (con todos sus ingredientes, a base de gel, exfoliante, acondicionador, leche hidratante, cola- cao... etc) y el maquillaje, fase que dependiendo de la técnica y de si el encuentro tiene lugar de día o de noche, puede durar de quince a sesenta minutos. Menciones especiales en este apartado a todos esos inoportunos que te llaman al móvil justo cuando estás haciéndote la raya del ojo y consiguen que parezcas Cleopatra.
¿Ya está, eso es todo? Ahhh, no, de eso nada. Falta la parte de la mentalización. Ésta comienza cuándo ambos deciden quedar y termina cuando se produce el encuentro. Consiste básicamente en concentrar una buena parte de tu cerebro en la dichosa cita y en el dichoso chico. Los efectos secundarios son: falta de concentración (peligroso si vas a conducir o a manejar maquinaria pesada), pérdida de apetito, taquicardias, dolor de cabeza (de tanto pensar), nervios y en ocasiones, naúseas.
Por eso que te cancelen una cita molesta MUCHO. Por eso, que no te digan "que guapa estás" molesta MUCHO. Todo tu trabajo, tus ilusiones y los esfuerzos que has realizado durante horas no han servido para nada. De ahí que el maquillaje pueda llevarte al lado oscuro. Y que la venta de helados no cese ni en invierno (son antidepresivos sin receta médica)
Así que, hombres del mundo, ahora que sabéis nuestro secreto os suplico lo siguiente:
1- Si una chica está guapa, decídselo. Si ha hecho un esfuerzo por agradaros se merece el cumplido.
2- Nunca canceléis una cita a no ser que sea un caso de vida o muerte.
Elia, que se ha quitado las botas y el brillo de labios y escribe todo esto en vaqueros.
martes, enero 27, 2009
Va por ustedes
Banda sonora (muy recomendable, sobre todo para entender bien el post): Coldplay - The Scientist Escuchar
La semana pasada fui pronto a mi clase de piano. A veces lo hago para estar un ratito practicando antes de empezar la lección. Las aulas son pequeños espacios acogedores en medio del caos de la ciudad. Fuera puede ocurrir de todo, pero en aquella habitación sólo estáis tú y el instrumento. Entre Yan Tiersen y Chopin a veces se me va la mano... de repente empecé a tocar esta canción: The Scientist, del grupo Coldplay.
Y como la música sale de lo más profundo del alma, canté. Y surgieron ante mí las cosas que últimamente me rondaban la cabeza. Llegaron a mi mente las palabras de algunas personas que decían que al leer el blog se sentían identificados. Saboreé las cosas buenas que me habían pasado en aquellos días, y también las malas. Estas últimas son las que a veces nos hacen sentir muy solos, como si nadie pudiera percibir nuestro dolor. Son pensamientos envenenados que nos dicen que a nadie le importan esas lágrimas que derramamos en las sombras de nuestra habitación.
Pero yo sé ahora, y también en cierto modo lo sabía cuando empecé a tocar la canción, que en el fondo, nunca estamos solos. Hay miles de personas en el mundo que están pasando o pasaron por lo mismo que nosotros. No les conocemos. Nunca les hemos visto la cara. Pero estamos conectados, con un hilo muy, muy finito, imperceptible. Y aunque no podamos tenderles la mano ni darles una palmadita en la espalda (tampoco nos corresponde a nosotros hacerlo) sí podemos acordarnos de ellos de vez en cuando.
En mi caso, yo quise dedicarles una canción a todos aquellos que en ese momento se sintieron un poco solos. El jueves, a las 20:11 yo me acordé de vosotros. Y aunque no sé quienes sois, ni qué aspecto tenéis, desde una calle de Madrid, con mi piano y mi voz, os acompaño, os tiendo una mano y os empujo a seguir adelante.
Post dedicado a Leticia, por "los limones y el azúcar"
lunes, enero 19, 2009
Cosas que he aprendido en estos dos días
Banda sonora (opcional): Linkin Park - Nobody's listening Escuchar
Gracias a Love Story:
- Amar es no tener que decir nunca "Lo siento".
Gracias a mi trabajo:
- Ser feliz en un trabajo es no tener que pensar nunca "Que te den por culo, guarra".
¡Que levanten la mano todo los que alguna vez han deseado convertirse en un tigre delante de su jefa/e!
miércoles, enero 14, 2009
Waterloo
Banda sonora (opcional): ABBA - Waterloo Escuchar
Napoleón era un retaco. Y, por si no lo sabíais, tampoco era extremadamente guapo. Sin embargo, no creo que hubiese tenido problemas para ligar, pues por todos es sabido que era un gran estratega.
Y ligar, muchas veces, es una cuestión de estrategia.
En el amor como en la guerra, elegir una buena táctica es vital. Si te equivocas, puedes haberla cagado para siempre. Ya no hay marcha atrás, se despedirá con un "ya te llamo yo", y no volverás a verla/e. Y todo por una mala estrategia.
Hace un tiempo lo comprobé con un chico (¿veis? Mis post están basados en experimentos reales. ¡Para que luego os quejéis de que no me esfuerzo! xD). Compararemos las dotes de Napoleón con las de él para ver qué hizo mal y qué hizo bien. El chico, al que llamaremos Lestat, fue muy majo cuando le conocí. Me dio la impresión, por lo que decía, de que yo le parecía una chica interesante, algo fuera de lo común, suficiente como para hacer un pequeño esfuerzo. Así que ese día fue muy amable y simpático, y se fue de aquel sitio con mi número de teléfono.
Enhorabuena, una estrategia clásica y bien escogida para el tanteo preliminar: ser amable, educado y simpático.
Es importante que el “enemigo” sienta la presión propia de un ejército a las puertas de una ciudad, para que no olvide ni por un momento que está “bajo asedio”. Por eso me escribió un mensaje al día siguiente para darme su número y saludarme de una forma muy curiosa que sólo entendería una persona que hubiese estado presente en nuestra conversación del día anterior. Bien hecho otra vez: Recordatorio de "aquí estoy, que no se te olvide lo que pasó ayer" y comienzo de vínculo utilizando un saludo que sólo él y yo podríamos entender.
Quedamos esa misma semana para tomar algo. Y aquí es cuando la estrategia empieza a flaquear.
Primero fuimos a ver una obra de teatro. Eso es positivo, implica en cierto modo que se ha molestado en pensar un plan original. Buena jugada.
Error: cuando estás asediando, no puedes distraerte. Si te pones a mirar lo que está pasando en el pueblo de al lado es muy probable que los habitantes de la ciudad aprovechen para huir. Es decir, se pasó la obra entera devorando con los ojos a las actrices y mirándome de reojo para ver cómo me sentaba. No sé si es que yo soy rara, pero no entiendo el proceso mental que le lleva a creer que cuanta menos atención me preste, más ganas tendré de enrollarme con él.
Después nos fuimos a tomar algo. También vino mi mejor amiga (que resultó que también estaba viendo la obra, mira tú que casualidad…). Lo mejor es llevar al “enemigo” a tu terreno para poder controlar la situación. Ponerle una trampa y que pique. Pero la trampa se pone con un dulce, algo que le tiente. Y criticar cada cosa que dice la persona con la que has quedado, no es dulce. No tienta. Es más bien algo como: “Oh, pequeña, que estúpida e ignorante eres. Déjame que te cuente la verdad sobre la vida”.
Vamos a ver, consejo universal: no seas prepotente con la persona que tienes delante, ni deduzcas que es subnormal nada más conocerla. Eso no ayudará a llevarla a tu terreno.
Cuando ves que la batalla está perdida, que parte de tu ejército agoniza, y que el “enemigo” ha conseguido refuerzos, lo mejor es pedir la paz. Agacha un poco la cabeza y procura ser cortés, para que el ganador sea benévolo contigo y puedas retirarte con un poco de dignidad. Es decir, si ya las has cagado dos veces, y la chica en cuestión está con su mejor amiga, no la insultes. No digas cosas como: “No te conozco mucho, pero me parece que debes ser un poco mandona y que siempre quieres tener razón. Debes resultar un poco insoportable”.
No sé que contraataque fue mejor: la respuesta borde de mi mejor amiga o mi carcajada. El caso es que no le dimos la paz. Le dimos dos besos por educación y me fui a casa dispuesta a borrar su número.
A juzgar por estos actos, parece que Lestat no tenía el más mínimo interés en mí. Y si no me hubiese vuelto ha llamar, sus actos habrían tenido todo el sentido del mundo. Por eso cuando intentó quedar conmigo otras dos veces, pensé que o era un poco pardo, o no tenía ni idea de estrategia.
Y esta es mi historia. Por eso creo que hay que tener mucho cuidado con lo que hacemos, en el amor y en la guerra. Puede que a Lestat no se le haya dado tan mal con otras chicas, pero esto demuestra que nunca puedes despistarte, porque a todo genio le llega su Waterloo.
:)
jueves, enero 08, 2009
Memoria externa
Banda Sonora (opcional): Quique González - La ciudad del viento Escuchar
Uno melancólico, pero sólo un poco :)
Hoy no han aceptado uno de mis regalos de Reyes. La persona en cuestión tenía sus razones para rechazarlo, supongo, pero... siempre es triste.
- ¿Y qué hago con él ahora? - le he preguntado.
- Quédatelo tú - ha contestado - y utilízalo. No es algo barato, así que dale uso.
El regalo en cuestión es una memoria externa. Yo nunca he querido una, y no sé si la necesito. Algunos amantes de la tecnología me dirán: "¡Estás loca, claro que la necesitas! ¿Y si tu ordenador revienta y lo pierdes todo?" Pues no sé qué pasaría entonces. Pero me ha dado por reflexionar.
La persona que ha rechazado mi regalo lo ha hecho en parte porque quiere sacarme de su vida. Algunos lo llaman "pasar página". Hay personas que son incapaces de hacerlo. El perder el contacto, aunque sea durante un cierto tiempo, con alguien a quien han querido (y quieren) mucho supone un esfuerzo tremendo. Hay otras personas que de lo que son incapaces es de olvidar si tienen que mirar a la cara a la persona cuyo recuerdo tratan de sacudirse tan desesperadamente como nos sacudimos el agua de encima al salir de una piscina. A mí me parece una enfermedad muy parecida, y en esos casos un disco duro externo puede ser un paliativo.
La memoria externa cumple una doble función: almacena y deja espacio. Si nuestros ordenadores son un reflejo de nuestras vidas, todas las fotos, los e-mails, los recuerdos, pueden resultar dolorosos. En ese caso la memoria externa puede ayudar sacando de nuestro ordenador aquellas cosas que no queremos ver, porque suponen un duro golpe cada vez que nos cruzamos con ellas sin querer (o queriendo, hay gente muy masoquista). Por otro lado, los recuerdos no se pierden para siempre en el olvido, y si algún día recuperamos las fuerzas y nos sentimos nostálgicos podemos recurrir a ellos para refrescarnos la memoria. E incluso podemos sorprendernos a nosotros mismos sonriendo al recordar alguna anécdota.
Ojalá la vida fuera tan sencilla como hacer limpieza en el PC. Pero no es un mal comienzo en cualquier caso.
No sé... quizá utilice el regalo.
Post y música dedicados a Idas.
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