jueves, diciembre 18, 2008

Banda Sonora

Una profesora de historia que tuve en el colegio empezó el curso con la siguiente frase:

"Esto es la clase de Historia. Aquí estudiamos la historia de los Hombres. Y el hombre no es hombre hasta que no pinta, no escribe, no danza y no hace música. En definitiva, hasta que no crea."

Dejando a parte estar de acuerdo o no (que podéis estarlo, o no), me resultó lo suficientemente curiosa como para que no se me olvidara a pesar de que han pasado "ejem" años. Me hizo pensar especialmente el tema de la música, por mi teoría de la Banda Sonora.

La Teoría de la Banda Sonora básicamente dice que todos tenemos o queremos tener una. La vida es completamente distinta cuando hay música. Las emociones se intensifican, las sensaciones se multiplican. A veces parecen señales casi místicas: cuando te presentan a un chico/a que te gusta, como esté sonando una canción que significa algo para ti el impacto es tremendo. Influye muchísimo en nuestra percepción.

Las películas nos lo demuestran cada día. Hay escenas que sin música no significan nada. Las más épicas se pueden convertir en sosas y estúpidas si carecen de violines y percusión.

Creo firmemente, que todo sería mejor si pudiéramos tener Banda Sonora. Una que nos acompañara a todas partes, con melodías perfectas que encajaran con cada momento, con cada sentimiento. Ya que cada uno es el protagonista de su propia historia, ¿no sería genial tener la Banda Sonora de nuestra Vida (BSV)?

J. R. R. Tolkien dice en el Ainulindalë (la creación del mundo) que los Valar dieron forma al vacío cantando y tocando instrumentos, y así se nacieron las montañas, los valles, las aves, los árboles... Yo soy friki y me encanta la música, así que me parece una forma de crear el mundo tan buena como cualquier otra.

Elia, que va a todas partes con su mp3.

P.D. Si tuvierais una BSV… ¿qué canciones elegiríais?

viernes, diciembre 12, 2008

Shining light



Banda Sonora (opcional): Ash - Shining Light Escuchar

Ayer, al terminar la clase del master fui al pub irlandés que está en frente de mi casa. Es un sitio al que me gusta mucho ir, quizá porque lleva ahí muchísimos años y ya me siento como en casa, o porque es agradable y tranquilo durante la semana y divertido los sábados por la noche, o por la simpatía del personal, o los mojitos que preparan (sí, es raro, pero es que aunque el bar es irlandés el chico que lo lleva es cubano...). El caso es que me gusta mucho.

Cuando tienes clase hasta las diez de la noche (y después de trabajar todo el día) no hay nada como sentarte un rato en un sitio agradable a divagar sobre todo y nada.

Cuando la cerveza ya no tenía espuma y quedaban sólo cuatro patatas en la bandeja, levanté la vista y me fijé en una estrella que brillaba en el techo. No había reparado en que ya habían colocado los adornos navideños.

La estrella era simple, pero muy hermosa. Estaba formada por una pelotita que hacía de cuerpo central, a la que atravesaban muchos alambres pintados de plata y cubiertos completamente de purpurina, hasta el último centímetro. Giraba muy despacio con la ventilación del local, y las luces le arrancaban destellos magníficos, como si estuviera cubierta de miles de diamantes. No era una estrella de verdad, pero realmente lo parecía.

- Es la purpurina - le dije a G., sentado a mi lado.
- ¿Cómo?
- La purpurina. - contesté - El amor es como la purpurina. Lo cubre todo y lo hace brillar, y cuando falta es como si todas las cosas fuesen más grises, más oscuras. El amor es la única cosa que puede convertir una pelota y unos cuantos alambres en una estrella.