viernes, mayo 23, 2008

Redecora tu vida

A veces tengo la sensación de que el corazón es como una casa, una casa con muchas habitaciones. Y en esa casa, como en cualquier otra, viven muchas personas, tantas como nosotros mismos consintamos.

Hay gente que tiene un estudio, con espacio para sí mismo y uno más, como mucho. Tener un estudio generalmente conlleva problemas de espacio: si no cedes parte de tus cajones o armarios para que el otro asiente tus pertenencias, debes plantearte mudarte a otro lado más grande o te arriesgarás a perderle para siempre.

Algunas personas poseen enormes mansiones, con espacio para todo tipo de amigos, conocidos y mascotas. Puedes encontrarte a cualquiera paseando entre sus habitaciones, porque con un territorio tan descomunal, su corazón es como una jornada de puertas abiertas. Sin embargo, es difícil ser un buen anfitrión con todos y cada uno de ellos, y puede que algunos invitados sientan una ligera decepción al pensar que no son tan especiales como creían (aunque eso no sea del todo cierto)

Otras personas, y en este grupo se encuentra la mayoría, tienen un piso ni muy grande ni muy pequeño, que comparten con la persona elegida y que posee habitaciones a parte para la familia, los amigos. El único probelma de espacio que puede surgir aquí, es decidir quién puede quedarse y quién no, y sobre todo, cuanto de tu espacio reservas para el elegido y cuanto para los demás.

Estáis leyendo a una persona que no controló el espacio de su piso. Concretamente, se me dio muy mal rehubicar a los ex-elegidos en sus nuevas habitaciones.

Soy una de esas personas con la buena o mala costumbre de prolongar la amistad cuando el noviazgo ha terminado. Lo que no hago, de ninguna de las maneras, es rebajarles a las habitaciones de invitados. Así que dejo que se queden en la cama de matrimonio, en la habiatción principal, y soy yo la que se muda a otra habitación, donde hago una larguísima obra para convertirla en una habitación principal, que ocuparé con el siguiente elegido.

A medida que situaciones como esa se repiten, las habitaciones son cada vez más pequeñas, cada vez menos cómodas, cada vez tienen menos luz...

De repente, me desperté un día dándome cuenta de que con tantas habitaciones ocupadas, estaba obligando a dormir a una persona muy especial en el equivalente al cuarto de la plancha. ¿Cómo habíamos llegado a esta situación? ¿Qué había pasado con el espacio que debería haberle dedicado? ¿Cómo iba a sentirse "el elegido" si en mi casa apenas había un lugar preferente para todas sus cosas?

Así que decidí redecorar mi vida. Los cambios deben producirse en todos los sentidos, y no puedo hacer que un principe azul se sienta como tal si comparte la cama con el perro.

Ahora estoy tirando algunos tabiques y reconstruyendo parte de la casa, para rehubicar a algunas personas donde deberían estar: en las habitaciones de amigos muy queridos.

Y por fin, la habitación principal volverá a ser mía.