miércoles, diciembre 19, 2007

Renacimiento.

Y no hablo de la época renacentista, ni tampoco de mi blog (aunque buena falta le hacía).

Visitando a mi amigo E en Munich, la ciudad que ha sido su residencia desde el año pasado, descubrí cosas maravillosas: parques que lucían alfombras de hojas tostadas, piedras plagadas de historia, música que resuena en los portales. Y de todas ellas, la que más me fascinó fue la historia de la ciudad Olímpica.

No sé si la conocéis, pero el estadio es una genialidad arquitectónica rodeada por una montaña. De hecho, la montaña rodea toda la ciudad Olímpica. Ni si quiera había reparado en ella, cuando E me dijo:

- ¿Sabes? Esto no es una montaña de verdad: es articifial. Los alemanes la construyeron con los escombros de la guerra. Cada vez que salían de sus casa o paseaban por la calle y se encontraban algún escombro, lo acercaban unos metros en dirección a éste lugar. Y así, poco a poco y entre todos, consiguieron reunir todos los desperdicios en el mismo sitio, y con ellos construyeron la montaña. Así que si escarbases un poco, encontrarías eso: escombros.

La noticia me dejó totalmente sorprendida, y me puse a pensar.

En la vida a veces nos ocurren cosas que nos hunden completamente. Al superarlas, normalmente dejan de forma inevitable un reguero de escombros emocionales, restos que pensamos que permanecerán siempre ocupando un hueco en nuestro corazón, nuestra alma, o lo que sea (llamadlo "X"), y que no podrá ser sustituido por buenos recuerdos o tardes de chocolate blanco y películas de Woody Allen.

Sin embargo, creo que ésta es una de las ocasiones en la que podemos aprender de la historia, y de como el pueblo alemán construyó algo hermoso con restos de una desgracia.

Os animo a todos a hacer acopio de fuerzas y valor, para que la próxima vez que la vida os deje restos desagradables, los utilicéis para levantar sobre ellos algo que sí merezca ocupar un hueco en lo que llameís "X".