El romanticismo no ha muerto. Lo ha comprado El Corte Inglés, lo ha transformado y lo ha convertido en algo absurdo. Bombones en cajas horteras y cruceros que sólo algunos pueden pagar. ¿A qué huele el romanticismo? A colonia de Donna Karan. ¿A que sabe el romanticismo? A chocolate negro con caramelo. ¿Cuánto cuesta el romanticismo? Lo que lleves en la tarjeta de crédito y mucha paciencia.
Eso es lo que el mundo moderno ha hecho con la lucha por los ideales, la libertad y el amor incondicional: velas aromáticas que se usan en las cenas para dos. Las personas hemos tirado de la palabra “romántico” para definir cursiladas que en el fondo no están a la altura o para defendernos cuando hacemos algo mal. Cómo cuando te dan un plantón y al día siguiente te regalan un ramo de flores: como se supone que es muy romántico tienes que tragar. ¡Já!
La culpa la tienen las películas, que nos obligan a buscar el amor ideal, y por eso caemos en las trampas típicas como el “te quiero” de palabra y sin demostración. Nos han educado así desde pequeños. Porque a ver quien es capaz de no buscar el príncipe azul después de que nos machacaran TODAS las Navidades con “La princesa prometida”. ¡Cinco años seguidos viendo esa película cada Diciembre! ¡Cómo para no buscar! Y luego llegaron Blancanieves, Cenicienta, y todas las demás. Y es desesperante, porque ves todas esas historias con finales felices y personas que encuentran a su media naranja, y sabes que nunca te va a pasar A TI.
Así que al final aprendí a conformarme. No existe la media naranja, como mucho la media manzana, y la historia no da para más. La media manzana es esa persona perfecta para la era en la que vivimos. No vendrá a buscarte a caballo vestido con una armadura, pero a cambio no se enfada cuando llegas tarde al cine y es capaz de poner buena cara cuando le presentas a tus padres.
Sin embargo, hace una temporada a mi cinismo le tocó el turno de toparse con un auténtico caballero andante, al que llamaremos Big Boss. Big es guapo, inteligente y cariñoso. Lucha muchísimo por las cosas y entraría perfectamente en los cánones de caballero andante. Es como si no fuera de esta época, lo que le hace muy atractivo. No sé… Puede que al final sí que existan las medias naranjas. Ya os contaré ;)