jueves, julio 21, 2005

La media manzana


El romanticismo no ha muerto. Lo ha comprado El Corte Inglés, lo ha transformado y lo ha convertido en algo absurdo. Bombones en cajas horteras y cruceros que sólo algunos pueden pagar. ¿A qué huele el romanticismo? A colonia de Donna Karan. ¿A que sabe el romanticismo? A chocolate negro con caramelo. ¿Cuánto cuesta el romanticismo? Lo que lleves en la tarjeta de crédito y mucha paciencia.

Eso es lo que el mundo moderno ha hecho con la lucha por los ideales, la libertad y el amor incondicional: velas aromáticas que se usan en las cenas para dos. Las personas hemos tirado de la palabra “romántico” para definir cursiladas que en el fondo no están a la altura o para defendernos cuando hacemos algo mal. Cómo cuando te dan un plantón y al día siguiente te regalan un ramo de flores: como se supone que es muy romántico tienes que tragar. ¡Já!

La culpa la tienen las películas, que nos obligan a buscar el amor ideal, y por eso caemos en las trampas típicas como el “te quiero” de palabra y sin demostración. Nos han educado así desde pequeños. Porque a ver quien es capaz de no buscar el príncipe azul después de que nos machacaran TODAS las Navidades con “La princesa prometida”. ¡Cinco años seguidos viendo esa película cada Diciembre! ¡Cómo para no buscar! Y luego llegaron Blancanieves, Cenicienta, y todas las demás. Y es desesperante, porque ves todas esas historias con finales felices y personas que encuentran a su media naranja, y sabes que nunca te va a pasar A TI.

Así que al final aprendí a conformarme. No existe la media naranja, como mucho la media manzana, y la historia no da para más. La media manzana es esa persona perfecta para la era en la que vivimos. No vendrá a buscarte a caballo vestido con una armadura, pero a cambio no se enfada cuando llegas tarde al cine y es capaz de poner buena cara cuando le presentas a tus padres.
Sin embargo, hace una temporada a mi cinismo le tocó el turno de toparse con un auténtico caballero andante, al que llamaremos Big Boss. Big es guapo, inteligente y cariñoso. Lucha muchísimo por las cosas y entraría perfectamente en los cánones de caballero andante. Es como si no fuera de esta época, lo que le hace muy atractivo. No sé… Puede que al final sí que existan las medias naranjas. Ya os contaré ;)

El pie izquierdo


Debe ser lo primero que puse ayer al bajarme de la cama. O eso, o me miró un tuerto, porque lo que ha ocurrido no sólo es surrealista sino que además es estúpido desde todo punto de vista.

Como algunos ya sabrán, hace unos días decidí apuntarme a una academia para aumentar mis posibilidades de aprobar “Introducción a la Econometría”, una asignatura tan útil que es probable que no utilice ninguno de sus contenidos en la vida real. Pero ese es el lema de toda buena universidad, como en Carrefour: “3x2” (estudia tres asignaturas y utiliza dos, y estoy siendo generosa)

Según la amable señorita del teléfono, la asignatura en cuestión se impartía lunes y miércoles de 8:30 a 11:30 de la mañana. Mi plan para el miércoles (empecé con retraso) era:
7.45 Suena el despertador
7.55 Salgo de la ducha y pongo los cereales en remojo
8.05 Vestida y peinada me hago el zumo
8.15 Termino de desayunar, me lavo los dientes y me voy (mochila convenientemente preparada la noche anterior)
8.25 Llego a la academia con tiempo para presentarme en recepción, hacer la matrícula y sentarme en clase puntual

Pero lo que ocurrió fue esto:
8.35 Me despierto por mi propio pie y descubro que el despertador no ha sonado. Mierda.
¿Y si no voy? Pensé. Lo admito, se me pasó por la cabeza, pero en seguida lo deseché. Me había propuesto ser responsable y vaya si lo iba a conseguir.

Tuve que saltarme todo excepto la ducha y el cepillado de los dientes y salir de casa corriendo (os imagináis el estado de mi pelo) A pesar de todo mientras corría por la calle, seguí sonriendo y pensé que tal vez la cosa no fuera para tanto. Subí apresuradamente las escaleras de la academia y entré en clase.
Y allí estaba: el mejor profesor del mundo, esperándome con una sonrisa y un cuadernillo de hojas:
- Hola, eres nueva, ¿verdad? Toma, siéntate. Estamos con los intervalos de confianza.
Y vaya si se podía confiar en él. Durante las dos horas de clase antes del descanso me enteré de todo. DE TODO. Algo que mi profesora habitual no había conseguido ni de lejos. La verdad es que las cosas no me sonaban tanto como pensaba, pero sabía a ciencia cierta que habíamos dado intervalos de confianza.

A la vuelta del descanso me senté al lado de Silvia, una ex compañera del cole que había pasado inadvertida durante la primera parte de la clase. Fue entonces cuando empecé a notar cosas raras. Como que iban demasiado retrasados como para dar todo el temario en un mes. O que, según decían, había preguntas tipo test en el examen, que ya si que no me sonaba de nada.

Entonces miré en las hojas del temario de Silvia. Y allí, burlándose de mi, estaba escrito: “Econometría I” ¡¡¡¡ECONOMETRÍA I!!!! ¡Pero si esa es la de cuarto!

Ya os podéis imaginar como nos reímos cuando se lo dije y la cara que puso el profesor cuando se lo conté a la salida. Así que me fui derecha a casa y me metí en la cama, de donde nunca debí salir esa mañana.

P.D. Por lo menos para el año que viene ya se me los intervalos de confianza. Jajajajaja.

lunes, julio 04, 2005

La verdad sobre perros y gatas




El otro día conecté mi ordenador por la mañana y tuve el honor de encontrarme a mi amigo Zagar, al que llevaba días intentando localizar, pero si éxito. De hecho, la razón de que estuviera a las once de la mañana en Internet, es que aun no se había acostado. Me contó que su ordenador se había estropeado y que estaba chateando en un cyber apestoso. Le pregunté porqué no había ido a casa de Javi para usar su ordenador, ya que vive literalmente en el piso de en frente. Para mí era lógico, si yo tuviera algún problema con el ordenador y quisiera usarlo, probablemente iría a casa de Becky o de Rachel, que viven aquí al lado y no me pondrían ninguna pega (y viceversa) Pero él me comentó que Javi jamás le dejaría su ordenador para estar un rato en el Messenger, y la cuestión es que él lo veía completamente normal.
Porque ellos no hacen esas cosas. Los tíos nunca se llaman a las dos de la mañana para hablar de un problema, y si lo hacen, y el otro está dormido, o bien no lo cogen, o cuando lo hacen sólo dicen: “Déjame dormir, maldito bastardo”. No se acuerdan de sus cumpleaños, como mucho felicitan, pero jamás, jamás, JAMÁS se hacen regalos, y si se los hacen son cosas del todo absurdas y estúpidas, como un casco con un enganche en los laterales para poner dos latas de coca-cola y pajitas extensibles de goma. Tampoco están deseando contarse que el otro día conocieron a una chica estupenda y que se mueren de ganas por salir con ella, no hace falta, ese tipo de conversaciones suelen estar tapadas por los partidos de fútbol, los juegos de ordenador, o los proyectos personales en el mundo laboral.

Por otro lado, son absolutamente nobles y leales, y no van por ahí montándose pollos. La mayoría no son rencorosos, y cuando se hacen una putada (lo cual es difícil debido a su naturaleza, y porque hay muy pocas cosas que ellos calificarían de putadas) sólo tienen que decir: “Ey, tío….” Y el “perdona” se sobreentiende. En el caso de una SP (súper putada) puede existir una conversación algo más larga, pero nunca con espacio para divagaciones, ruegos o preguntas.

Las chicas son diferentes, desde que les estallan las hormonas. Si tienes un problema, sabes que puedes llamar a tu amiga a las cinco de las mañana, se sobreentiende, y además en la mayoría de los casos es ella la que te dice: “ya sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, dejo todas las noches mi móvil encendido y con sonido” Puedes incluso declarar un “código rojo” si la situación lo requiere, y en cinco minutos una organización invisible muy parecida a un consejo de administración que intenta consolarte y orientarte. Las mujeres se acuerdan de los cumpleaños de sus amigas. Y hacen regalos cojonudos, porque piensan qué podría apetecerte o qué necesitas, y buscan ese bolso-camiseta-disco que querías desde hacía tanto tiempo. Se cuentan los ligues, y es estupendo de verdad. Pero no nos engañemos, la amistad entre mujeres puede ser súper frágil. Más que un suflé. Y por lo tanto hay que cuidarla si no quieres pasar de ser la futura madrina de su primer hijo a “la zorra que la traicionó”. Porque es sorprendente la velocidad con la que nos ponemos las unas en contra de las otras, por muchas tardes de películas estúpidas y bombones que hayamos pasado juntas.

Es que nos odiamos con mucha facilidad. Yo, por ejemplo, tuve hace tiempo una relación con un chico que tenía novia. Sufrí muchísimo y decidí que debíamos ser sólo amigos, pero lo curioso es que ahora a él le quiero mucho y a su novia la detesto. Y me cae como el culo. ¿¿¿Cómo es posible??? ¿No se supone que el cerdo es él, y que debería odiarle y a ella tenerla lástima por vivir engañada?

Así que me he plantado. Puede que mis emociones vayan por un lado, pero haré caso a mi cerebro: él ha pasado a ser un conocido y ella a tener mi respeto y mis disculpas. Eso es lo bueno del ser humano, ya sea hombre o mujer: siempre podemos dar un giro inesperado a nuestras vidas.